Descubre nuestra inspiradora historia:
Lee nuestra historia y entérate de cómo siempre hay esperanza, para cultivarla en tu vida y en tu comunidad.
—¿Dónde está mamá? —Esa era la pregunta que nos hacíamos mis cuatro hermanos y yo cada mañana. Aún era oscuro, los rayos del sol todavía no entraban por las rendijas de las tablas del rancho en la comuna 13 donde vivíamos. El camarote de dos pisos en el que dormíamos los cinco se sentía aún más pequeño al saber que mamá ya se había ido a trabajar, y que, como era costumbre, no regresaría hasta que, de nuevo, todo estuviera oscuro.
Papá no estaba, una mañana había empacado sus cosas y había salido sabiendo que no regresaría a casa. Mamá, entonces, tuvo que tomar la decisión de salir a trabajar. Eso implicaba un viaje diario de varias horas desde lo alto de la comuna hasta otro extremo de Medellín. El problema es que, conseguir unos pesos para llevar comida a casa también implicaba renunciar a ver crecer a sus hijos. Ella no tendría la posibilidad de acompañarnos en el día a día, ni de estar ahí para la reunión de la escuela, o la fiesta de cumpleaños del amiguito del barrio. No pudo estar ahí. Había que conseguir los pesos que se cambian por comida.
Dos lenguajes dominaban las calles de la 13 durante aquellos años. El lenguaje de la violencia, y el lenguaje de las drogas. Los combos, las pepas, el perico, los fierros, la fuma… esas eran las palabras que sofocaban el aire del barrio. Luego, el estruendo de las balas, que al principio solo se escuchaba de un barrio a otro, fue acercándose a la plaza, y a la esquina, hasta que un día habría de llegar con su olor a sangre hasta la puerta de mi casa de tablas. Pero justo antes de eso, mi hermano Jaime y yo, conocimos otro lenguaje, el lenguaje que a la postre nos salvaría de una muerte temprana, el lenguaje de la música.
Alguien nos presentó un casette, recuerdo la primera vez que lo escuché, estaba en casa con mi hermano; fue como cuando ves a una mujer fascinante y escuchas su voz pronunciando tu nombre por primera vez. Así fue cuando escuché la música RAP. Supe entonces que era la música que hacían los negros de Estados Unidos como una lucha por salvaguardar los Derechos Humanos. Ese casette se convirtió en el escudo antibalas que me permitiría abrirme paso en la vida, esa fue mi arma. En adelante, en la pretina de mi pantalón no habría un Smith & Wesson calibre 38, sino casettes Sony de 60 minutos listos para disparar notas de RAP.
Pero el RAP no alcanzó a llegar a tiempo a la vida de Jefferson y Paola, mis dos hermanos. La droga los visitó primero, Jeff comenzó a cultivar marihuana, luego la violencia y el delito fueron apoderándose de sus días, hasta que convirtieron sus vidas en noches, solo noches. De hecho, después de un intento de homicidio, Jeff pasó seis meses en coma, seis meses en una de las más silentes oscuridades. Al despertar le esperaba la cárcel. Y a Paola, la adicción que se le metió en las venas la empujó sin misericordia al abismo de las calles, la prostitución y el abandono. Allí la esperaba un disparo en la columna, y una silla de ruedas.
Por mi lado, la música me llevó a lugares que no hubiese imaginado conocer, a cúspides donde la fama te llena el pecho de aire caliente, tan caliente que luego sientes que ya es difícil respirar. Hasta que los caminos de mis hermanos y el mío se iluminaron por una chispa de fe que nos permitió ver las cosas desde otro ángulo, el ángulo de los que creen que Dios puede hacer reverdecer una historia, aunque el mundo entero crea que las flores de esa vida se han marchitado por completo.
—Yo sé sembrar, tengo ese talento. Pero no quiero volver a usarlo para lo malo. Quiero sembrar vida. —Esas fueron las palabras de mi hermano Jeff. Allí nació la idea de cambiar los cultivos ilícitos por hortalizas y vegetales… ¿Y qué tal si utilizáramos las terrazas de las casas en el barrio para que dejaran de ser trincheras y se convirtieran en huertas? ¿Y si pudiéramos hacer que en una terraza se produzca el sustento de una familia?
Esa conversación se convirtió en un sueño, el sueño de que una mañana, al salir el sol y entrar por las rendijas de alguna casa en la comuna 13 de Medellín, cuando un niño despierte, no tenga que hacerse la misma pregunta que mis hermanos y yo tuvimos que hacernos años atrás.
Si ese niño, o esa niña despierta y sabe que su mamá está ahí, en casa, cuidando una huerta en la terraza que le representa un ingreso para que no tenga que salir a trabajar lejos y dejar a sus pequeños a merced de los enemigos que acechan camuflados entre vicios modernos, si eso pasa, aunque nunca conozcamos a esos niños, muy en lo profundo de nuestro ser, sabremos que valió la pena el camino recorrido, porque en cada terraza verde que veamos a lo lejos, sabremos que habrá uno niños sonrientes que no se preguntarán… ¿Dónde está mamá?
NUESTRO PROPÓSITO:
Cultivar esperanza, sueños y cientos de oportunidades en la Comuna 13.
Componentes estratégicos:
Social: Realizamos acompañamiento psicosocial a las familias del barrio que deseen transformar su realidad, sanar su historia, cambiar su presente y encaminarse hacia una vida más próspera y feliz.
Económico: Vinculamos a las familias en la producción de unidades agrícolas, que les permiten recibir un ingreso económico.
Nutricional: Aportamos al bienestar de la comunidad contribuyendo a la seguridad alimentaria y los estilos de vida saludables.
Ambiental: Contribuimos a la salud del medio ambiente con unidades de agricultura urbanas sostenibles, y la educación de la comunidad en la correcta disposición de los materiales aprovechables y desechos.
¿Qué es la Hidroponía?
Los cultivos hidropónicos son una forma de producción agrícola en los que se prescinde de la tierra para cultivar los alimentos, y en su lugar se usa una solución de agua con los nutrientes necesarios para que la planta crezca y se desarrolle adecuadamente.
Beneficios:
- Se reduce en un 90% el uso de agua comparado con una huerta.
- Aprovechamos el espacio de los techos de las casas.
- Generamos empleos para las madres cabeza de familia del barrio.
- Fomentamos la agroindustria urbana.
- Cuidamos el medio ambiente.
Aportamos a la seguridad alimentaria en el territorio.
- Transformación social, económica y ambiental de la comunidad.